Intento presentar una alternativa a la depuesta voz que busca consuelo al dolor.
Con el trabajo del psicoanálisis, buscamos escuchar en la extrañeza de la angustia un eco de una disidencia, que nos duele. Nos duele y nos inquieta por las resonancias de una alienación seductora, pero que al mismo tiempo nos increpa. El sufrimiento psíquico es una alteración que nos ha empujado para lograr desvelar el singular sentido de nuestra experiencia subjetiva. Este dolor singular, que en cada uno tiene su enigma, nos permite apropiarnos de la parte de realidad que nos conjuga con la alteridad. Hablamos desde los síntomas anclados en un lugar parcial, que, en la relación con el mundo del lenguaje, nos permiten tomar partido por la verdad de la herida que habita en cada uno. La angustia nos remite al temor y al deseo que da voz al exilio y al silencio para tomar partido por las palabras que recobran vida. Apostar por la vida psíquica y su angustia es retornar a construir una realidad nueva con lo perdido por el lenguaje y escuchar sus ecos en el abismo de la soledad, que marca la frontera del umbral, de la brecha con lo común.
Con el trabajo del psicoanálisis, buscamos escuchar en la extrañeza de la angustia un eco de una disidencia, que nos duele. Nos duele y nos inquieta por las resonancias de una alienación seductora, pero que al mismo tiempo nos increpa. El sufrimiento psíquico es una alteración que nos ha empujado para lograr desvelar el singular sentido de nuestra experiencia subjetiva. Este dolor singular, que en cada uno tiene su enigma, nos permite apropiarnos de la parte de realidad que nos conjuga con la alteridad. Hablamos desde los síntomas anclados en un lugar parcial, que, en la relación con el mundo del lenguaje, nos permiten tomar partido por la verdad de la herida que habita en cada uno. La angustia nos remite al temor y al deseo que da voz al exilio y al silencio para tomar partido por las palabras que recobran vida. Apostar por la vida psíquica y su angustia es retornar a construir una realidad nueva con lo perdido por el lenguaje y escuchar sus ecos en el abismo de la soledad, que marca la frontera del umbral, de la brecha con lo común.